9 de noviembre de 2018 122
El pasado, el presente y el futuro de nuestro país no se entiende sin la agricultura, sin el sector primario. Tal es la envergadura y magnitud del sector agrario en España, que comparte una política común dentro de la Unión Europea y es, indudablemente, uno de los puntos más potentes y relevantes de nuestro territorio tanto a nivel de producción como de creación de empleo.
El sector agrario en España
España es el segundo país de Europa, solo por detrás de Francia, en cuanto a superficie destinada a la explotación agrícola: cerca de 25 millones de hectáreas según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2017.
La diversidad de climas, la riqueza del suelo y la capacidad de adaptación a los cambiantes mercados comunitarios son los tres elementos principales que han convertido a nuestro país en una de las grandes despensas de productos agrícolas de Europa.
El sector agrario en España se distribuye en tres grandes grupos: los agricultores tradicionales, las empresas exportadoras, y las medianas y grandes empresas dedicadas a la agricultura.
Los primeros suelen trabajar en minifundios, estando su producción agrícola totalmente vinculada al mercado y a su venta. Son la base de sector agrario de nuestro país, pero también quienes más sufren la inestabilidad de los mercados.
Las segundas (las empresas exportadoras), basan su diferencial competitivo en la especialización y recuperación de métodos tradicionales, pero adaptándolos a las nuevas herramientas y posibilidades del mercado global. Esta tendencia abre paso al nuevo trabajo agrícola en el que intervienen profesionales con alta formación académica que tienen como objetivo facilitar esa transición.
Por último, las medianas y grandes empresas dedicas a la producción agrícola centran sus esfuerzos en la compra de productos a pequeños agricultores y medianas empresas con el objetivo de abastecer a grandes superficies y cadenas de supermercados de productos frescos.
¿Qué papel juega la agricultura ecológica?
En los últimos años, la agricultura ecológica y su explotación ha experimentado un crecimiento de tal magnitud en nuestro país que, actualmente, la demanda ya supera a la oferta de este tipo de productos, convirtiéndose en uno de los principales pilares de nuestro sector agrario.
Sin embargo, esta situación tiene una doble cara: como en todo sistema basado en la oferta y la demanda, la producción agrícola ecológica “insuficiente” causa un encarecimiento de los productos y un aumento del margen de beneficios, incluso teniendo en cuenta que esta forma de producción es más costosa (en tiempo y en dinero) por todo el proceso de certificación que conlleva.
Aun así, no podemos olvidar que España lidera el ranking europeo en agricultura ecológica con más de 2 millones de hectáreas dedicadas a estos cultivos (en los que se respetan las normas que limitan la utilización de productos químicos), según los datos publicados por Eurostat, la Oficina Europea de Estadística.
La temporalidad, el principal reto de nuestra agricultura
Una de las principales dificultades del sector agrario es su rendimiento no continuo, ya que está totalmente marcado por la temporalidad. Esto quiere decir que, dependiendo de las zonas y de los productos, éstos tienen mayor o menor capacidad de producción por las particularidades del clima y las consecuencias del devenir de la tierra y de las inclemencias del tiempo. Esto repercute notablemente en el trabajo agrícola y, por supuesto, en el número de contrataciones vinculadas al sector y su continuidad.
Septiembre y octubre, por ejemplo, están marcados por la recolección del cítrico, mientras que febrero y marzo son épocas de recolecta de fresa en Andalucía. Esto hace que, en esos meses, la oferta de empleo y los índices de contratación aumenten en esta región.
Aunque la temporalidad es un gran reto del sector agrario, no es el único. Cada producto está asociado al tiempo, pero también a una zona y a una metodología. Por ejemplo, actualmente los minifundios suponen un problema en la Comunidad Valenciana porque el 49,7% de las explotaciones tiene una superficie inferior a 1 hectárea y únicamente el 0,9% tiene más de 100. El problema de este tipo de explotación es que genera un mayor coste porque el terreno no se puede mecanizar, la producción agrícola se ralentiza y, finalmente, el coste del producto final es poco competitivo en el mercado.
Respecto al tipo de producto con mayor recolección, en algunas localidades andaluzas las aceitunas siguen siendo un producto estrella que incremente el número de contrataciones incluso con la llegada de la tecnología al sector. Cítricos y cereales también siguen siendo productos agrícolas con mucha salida, aunque en los últimos años el arándano y el aguacate repuntan en el sector agrario por su alta demanda.
¿Qué podemos hacer para seguir a la cabeza de Europa?
Si queremos seguir presumiendo de la calidad y beneficios del sector agrario español debemos aunar fuerzas entre empresas, administraciones y agricultores, y emplear metodologías de trabajo eficientes y profesionalizadas para mejorar el proceso de producción y explorar más y mejor nuestras tierras, siempre sin prescindir de la mano de obra y del trabajo humano.
Está claro que los condicionantes naturales están ahí, pero la formación de personal cualificado nos ayudará a seguir sacando lo mejor de nuestra tierra. No obstante, y a pesar de las dificultades, los datos nos avalan y el sector agrario en España sigue siendo líder a nivel europeo.
Este reto, aunque mayúsculo, no es imposible de conseguir: explorando nuevas vías para aprovechar nuestro clima y la localización de nuestros cultivos podremos conseguirlo.